domingo, 30 de octubre de 2011

Palabras Finales del Capitán Raúl Scheller en el proceso llamado "juicio" ESMA

Causa ESMA
Palabras finales del CN Raúl Enrique Scheller

Que sean mis primeras expresiones de homenaje a la memoria del doctor Alfredo SOLARI, por su permanente lucha por el derecho, por su defensa de la Constitución nacional y las leyes penales que de ella derivan, que son el andamiaje de una verdadera República y del concepto fundamental que debe caracterizarla: la independencia de sus tres poderes constitutivos.
Fue el doctor SOLARI mi defensor en este juicio, que veía plagado de irregularidades, digitado por un gobierno que instauró un derecho penal de enemigos, que desconoce el valor de la cosa juzgada, de la garantía del debido proceso, del principio de legalidad.  En fin, que desconoce en forma expresa y manifiesta los preceptos que el gobierno y el Poder Judicial deben garantizar y respetar.
Fue el doctor SOLARI brillante en el desarrollo histórico de los hechos de sangre y violencia que las bandas terroristas que asolaron nuestra República, y a la cual pertenecieron la mayoría de los testigos de cargo en este juicio, se iniciaron mucho antes del gobierno militar, demostrando que ellos mataban, robaban y destruían no para pelear contra una dictadura militar sino por la toma del poder, e implantar “la patria socialista”, objetivo en varios países de nuestro continente.
Fue también muy claro el doctor SOLARI al demostrar lo inconstitucional de este juicio, del menoscabo de nuestra Constitución, y en el incumplimiento de tratados internacionales con falsas interpretaciones.  No pudo el doctor SOLARI ser amplio en el desarrollo de las defensas particulares.  Al menos ese es mi caso, y lo atribuyo no a la falta de pruebas de las falsas imputaciones, aseveraciones con incertidumbres o imprecisiones en la individualización del imputado.
El doctor SOLARI no pudo porque estaba agobiado producto de su enferemedad, pese a querer cumplir, hasta su agotamiento, con la responsabilidad que había asumido.
Sólo abordo aquellas acusaciones más significativas, sin que ello se interprete como aceptación de otras imputaciones:
-                            Es desconocer el funcionamiento de una estructura militar, tan mencionada durante todo el juicio, para aseverar que las decisiones sobre “la vida o la muerte” de un detenido era decisión de oficiales subalternos existiendo una escala jerárquica, superior por cargos y jerarquías, y una burocracia, en el sentido estricto de su definición, que debía canalizar informes, órdenes y decisiones.  Los oficiales subalternos no eran destinados a las unidades operativas para tomar ese tipo de resoluciones.
-                            En el caso de la Iglesia Santa Cruz, la fiscalía o la querella atribuye “la parodia fotográfica y hechos relacionados con la misma” como conducidos por PERNIAS secundado por SCHELLER.
-                            Lo aseverados por la montonera Ana María MARTI y DALEO se contradice con lo declarado por el integrante del grupo especial de combate, COQUET, y una testigo SOFIANTINI a quien no recuerdo de quien se trata.
-                            Los testigos PRADA y OLIVIERI reconocen a SCHELLER, uno como su interrogador con “uso de picana eléctrica” y la otra como la persona que antes de ser puestos en libertad pronuncia un discurso de despedida.
-                            Al menos en las declaraciones que he tenido a la vista estas personas lo hacen ante la CONADEP en 1984, ante la justicia militar en 1985 y dos veces ante este Tribunal en el 2007 –juicio al prefecto FEBRE- y 2010 en esta causa.
-                            En 1984 y 1985 OLIVIERI dice que hubo un intento de violación por parte de uno de los guardias.  Por su parte Josefa PRADA dice que existió un intento de violación al cual se resistió, debiendo ser asistida por un médico.
-                            En su elevación de la causa a juicio el fiscal del juez de instrucción dice que Josefa PRADA sufrió unintento de violación y maltratos físicos.  En el año 2007 OLIVIERI declara que su esposa no había sido torturada y que alguien había intentado abusar de ella y también dice que ella sufrió un “ataque en intento”.  Josefa PRADA en esa fecha dice que sufrió una violación.  En el año 2010 en esta causa Josefa PRADA dice que fue violada y que no lo fue por una persona sino por tres.
Referente a la identificación de SCHELLER
            Al declarar OLIVIERI en 1984 y en 1985 relata que fue torturado por Mariano o Pingüino y que en la CONADEP le dijeron que ese apodo correspondía o podía corresponder a un teniente de corbeta de apellido SCHELLING y por ella interpreta que Mariano o Pingüino es la persona que le aplicó picana en una oportunidad.
            OLIVIERI no menciona ninguna fotografía que le haya sido mostrada.  También dice en 1984/1985 que todo el tiempo estuvo encapuchado y que solo levantando un poco la cabeza, podía ver la vestimenta de sus captores, hasta la cintura.
            Por su parte Josefa PRADA en esas declaraciones de 1984/1985 describe a una persona que la despide antes de recuperar su libertad, haciéndoles un discurso: persona joven, de unos 30 años, de BIGOTES, vestida de civil, con el pelo cortado a la americana.  Agrega que en la CONADEP le mostraron fotos y no reconoció a ninguna persona que se le pareciese.
            Al declarar ante este Tribunal el 30 de octubre de 2007 dice OLIVIERI que la persona que lo interrogaba aplicando picana eléctrica respondía a dos seudónimos: Mariano y el otro era Pingüino y nunca pude verle la cara pero que sí pudo ver la ropa que usaba (pantalón) OLIVIERI no reconoce ninguna de las fotos que se le presentan.
            En este juicio del 2007 Josefa PRADA dice que no fue picaneada y que no sabe quién picaneó a su esposo OLIVIERI.  Se le pregunta a PRADA si estaría en condiciones hoy de reconocer a alguna de las personas con las que trató en la ESMA; contesta PRADA: si me muestran fotos de cómo estaría en aquél entonces tal vez pueda reconocer a la persona que me obligó a brindar.  Agrega que sólo podría reconocer a esa persona.  Le muestran fotos y no reconoce.  Agrega que la persona que puede reconocer lucía bigotes, liso, bigote importante pero derecho.  Esto es declaración de 2007.
            Al declarar ante este Tribunal en mayo de 2010 Josefa PRADA dice que a la única persona que puede reconocer es a SCHELLER pues cuando trabajaba con el senador VACA vio una foto de SCHELLER.  Esto es cuando SCHELLER pasa a consideración para su ascenso y ocurre en 1991/1992.  SCHELLER es la persona que la obliga a brindar; dice “yo estoy con la total convicción que era SCHELLER” y que quedó con la sensación que SCHELLER era la persona más educada ahí adentro.
            Al declarar Guillermo OLIVIERI en este Tribunal en 2010 por primera vez dice que en la CONADEP reconoce a SCHELLER por una foto que le mostraron.  Agrega: que no le pudo reconocer el rostro en ese momento.  El fiscal le pregunta: ¿nos puede precisar cómo logró la identificación de SCHELLER; responde OLIVIERI: en algún momento estaba atado en la cama y alcancé a levantarme un poquito, moviendo la cabeza por sobre la colchoneta, la venda y ví avanzar sobre la puerta un señor que avanzaba en ropas civiles, era verano, tenía pantalones claros, de camisa, y alcancé a verle el mentón y parte de la boca, que tenía BIGOTES. Y después, la identificación en el 83, de una foto de él con los alias que utilizaba Mariano o Pingüino.
            Ahora sí tiene sentido lo que dice el doctor SOLARI en su alegato sobre que SCHELLER jamás usó bigotes ni derechos ni torcidos y que tal ausencia pilífera puede constatarse en todas las fotos del legajo del nombrado.  Eso es así: jamás usé bigote ni barba, aún prestando servicios en la Antártida.
            Vean señores jueces cómo varían las declaraciones de OLIVIERI en 1984, en 2007 y 2010 para lograr imputar a SCHELLER.  Referente a Josefa PRADA: si identificó a SCHELLER en 1991/1992 al trabajar en el Senado ¿porqué no lo dijo en 2007 o ante el juez y fiscal de instrucción?
            Deseo que quede claro al Tribunal que no interrogué ni capturé a ninguna de estas persona, OLIVIERI y PRADA, ni conozco la causa sobre la que son preguntados.
            Referente a las imputaciones del fiscal se trata la cuestión de los delitos de género y en su alegato se cita “los intentos de Mariano Scheller” por un relato de Eva BERNST ¿Qué prueba puedo ofrecer al Tribunal para desmentir lo que esta mujer relata? Ninguna.  No puedo pretender que el Tribunal me conozca lo suficiente para saber que yo no soy así.  Sólo quedo conforme con mi conciencia de saber que esta mujer está teatralizando y mintiendo y saber que mi familia, mis amigos de toda la vida y mis camaradas saben que yo no soy así porque nunca fui así.
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Pronto a terminar estos casi dos años de juicio, tengo la oportunidad legal de pronunciar unas palabras finales antes del veredicto.  Dudé si debía usar y cómo ese derecho que la ley otorga al imputado en causa penal, pues sé que no debo esperar absolutamente nada de un trámite que no es más que eso: remedo o parodia para guardar la apariencia: Todos aquí sabemos que no hay defensa ni vale esperar justicia.
Estoy condenado desde antes de abrir la causa.  No por el peso de la prueba o la razón del derecho sino por la fuerza de un aparato estatal que ha empeñado todos sus recursos en coronar una grotesca falsificación de la historia.  Los señores jueces no harán de jueces. Van simplemente a servir esa política circunstancial, que periodísticamente llaman “corriente” o “nueva corriente”, dictando un veredicto que no es suyo, van a cumplir el papel del verdugo que ejecuta la decisión de otros, subordinado su cargo a las veleidades del grupo organizado al que se debe esta operación de castigo y venganza.
Quienes participan de la mascarada, sin sentir vergüenza, se ufanan de su triste papel, compitiendo entre sí para ver quién se adueña de los peores insultos, libera más rencor y miente mejor la historia.
Tienen al juicio por ámbito propicio para poner el poder coactivo del Estado al servicio de un punitivismo faccioso, sin ponderar los severos padecimientos que provoca la injusticia sin límites, y que compromete grave e irremediablemente la función estatal de aplicar la ley en los casos concretos.
  Los señores jueces deberán encontrarn la manera de sostener la condena.  No lo harán por actos míos en la guerra pasada sino por la simple circunstancia de haber prestado servicio en una unidad regular de la orgánica de la Armada, empeñada como otras tantas unidades para enfrentar y vencer las organizaciones armadas que en los ’70 arrastraron nuestra Nación a una guerra revolucionaria, de violencia inusitada y absurda, desatada con la finalidad de hacerse de todo el poder en la Argentina.
Esta guerra de los años 70 enfrentó dos bandos muy distintos, con sus fines bien diferenciados: las organizaciones armadas terroristas para abrogar la Constitución y el sistema republicano que ella crea; por el otro las instituciones militares regulares que debieron salir a defenderla, con orden de un gobierno constitucional de vencer al oponente, como única alternativa capaz de restablecer la paz en nuestra Nación.
Como oficial de la Armada participé del enfrentamiento que venció al enemigo terrorista, sentando las bases para la restauración democrática que llegó poco después.  Digan lo que quieran los integrantes del otro bando, que dieron vuelta sus principios y maniobraron para poder, hasta hoy, esconder sus tropelías y crímenes, adueñarse del triunfo y digitar los fallos judiciales como lo haría el ejército vencedor.
Cuarenta años nos separan de esa historia, tiempo suficiente para tapar el gravísimo enfrentamiento que signó la época y falsificar la verdad conocida por todos los que tenemos la edad para haber pasado la experiencia; un puñado de terroristas mentirosos, la vanidad del discurso moralista, la cobardía de quien a la distancia se disfraza de autoridad para repartir premios y castigos, y la infaltable soberbia del poder de turno repitiendo versiones tontas e incoherentes que pretenden disimular la indecencia, demonizar a quienes cumplieron un deber funcional y convertirlos en espantosos criminales por motivos de utilidad, ocultando la violencia terrorista cuya primera misión fue y sigue siendo desarmar las instituciones que el país, nuestro país, dispone para su defensa.
Nada de lo que se ha dicho de mí en el juicio se corresponde con la verdad de los hechos históricos; la historia verdadera es justamente lo que deben falsear estos juicios.  Mi comportamiento en el conflicto se ajustó estrictamente a la ley, los deberes y reglamentos vigentes en ese entonces, lo cual es intrínseco del servicio de armas, según las órdenes impartidas y bajo la supervisión directa de las jerarquías superiores.
 Lo que se juzgó de mi conducta consta en la foja de servicios que, limpia de observaciones, documenta fehacientemente que en los distintos destinos que cubrí y en las distintas jerarquías que alcancé, cuidé los deberes del servicio naval respetando la ley militar que regía mi estado militar. En mis declaraciones ante los jueces militares expliqué sobre mis actos del servicio, sufriendo ya por entonces la abierta manipulación de las leyes para tergiversar su aplicación y sustraerme de la jurisdicción del Código de Justicia Militar que rigió por cien años y a la que estuve sometido desde mi incorporación en la Armada.
La condena se fundará por tanto en el servicio naval que presté en una unidad de la Armada a la que fui destinado. No seré condenado por lo que me tocó concretamente a mí en esa guerra sino por el simple hecho de haber estado en ella.  El derecho penal y la ley que lo rige, hoy son meras construcciones del discurso acomodado a lo que se quiera hacer con cada uno. No hay jueces ceñidos a la ley y a su investidura sino posiciones de autoridad desde donde se hace valer la voluntad a cualquier precio, rompiendo todas las garantías que prohíben la arbitrariedad y controlan el ejercicio del poder punitivo.
Nada va a decirse aquí de mi verdadera conducta, pero señalo de todos modos que no cometí ningún delito y que, si bien sé claro que los señores jueces verán la forma de aparentar lo contrario, puedo mostrar en cambio que, terminado el conflicto y vencidas las organizaciones declaradas criminales por gobiernos constitucionales, continué durante veinte años mi carrera en la Armada, ascendí dos grados en jerarquía en plena democracia y cumplí distintos destinos del servicio activo sin tropiezo ninguno.
Deberán armar los señores jueces su veredicto de condena, aunque para eso pondrán de lado esos 16 años de servicio que siguieron a la restauración democrática, pero me adelanto, no obedecieron a cobijarme con leyes que no pedí y tampoco incidieron para continuar en el servicio activo y merecer dos ascensos en tiempo y forma.
Estoy y seguiré estando frente a los jueces por ser militar.  Por tener que cumplir servicios en años difíciles y para poder cumplir con el papel de chivo expiatorio, desde que la Corte Suprema desató  la campaña de venganza judicial que está en marcha y por la que llevo casi 9 años privado de mi libertad.
Todos saben por cierto que esa campaña arrasó abiertamente los derechos que la Corte dijo salir a rescatar, violando sin remedio los derechos fundamentales consagrados por la Constitución  y los tratados internacionales que igual se invocan con descaro.  No se dice todavía que los juicios así prohijados avasallan las formas básicas del juicio penal; detrás de la grandilocuencia y el griterío es obvio que la campaña actualmente en desarrollo hace el juicio instrumento de castigo, delegando en los jueces el papelerío que terminará de consumar la peor violación del derecho, la ley y la justicia de que el país tenga memoria.
Tendrán los señores jueces que negar los años de violencia absurda.  Tendrán que negar la guerra revolucionaria que sentó la sentencia de la Cámara Federal en 1985. Tendrán que hacer que suponen que uno la emprendió de pronto contra el prójimo, contra simples ciudadanos que pensaban distinto, por una ridícula pasión de eliminar oponentes inocentes.  Pero deberían pensar que el día que nuestra Nación recupere la sensatez y la decencia se sabrá que esto que hacen Uds. ahora, en un contexto muy diferente, sin violencia terrorista en la calle ni la amenaza de perder la vida, se corresponde con una forma típica de pura persecución política sin riesgos y con beneficios.
Dediqué mi vida a mi familia, la mejor obra de mi vida.  También la dediqué a servir a la Nación como integrante de la Armada, desentendida hoy y ajena, como si las cargas del servicio fueran sólo mías, de muchos mis camaradas oficiales y suboficiales. Les toca ahora a Uds., señores jueces, PROCEDAN.  

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